14.2.09

Capital de Antibabia

El Océano Dártago está a varias kiloaxilas de la cara oeste de Tuctú, la que mira a Carlbabia. Va en contra de todas las probabilidades que al ser succionados por el tifón, Cletus y su desnudo amo sean dejados en un pequeño bosquecillo en los lindes de la montaña. Así todo, es precisamente en un pequeño bosquecillo en los lindes de la montaña donde el tifón los libera. Va también en contra de todas las probabilidades que se topen con un pantano de colores chillones en donde el Ñelfo a quien estaban buscando se sumergiría dentro de algunas horas. Todavía es de día.
El Mardigrás, fresco como una hoja de lechubia, camina ágilmente por entre los patrones de belleza algebraica que forman las raíces de los árboles. El Segundo Hombre en Armas Cletus, quien no había sido tan cauto de sacarse la ropa, lo sigue a duras penas, pues las ocho capas de terciopelo que son costumbre en el guardarropas cotidiano del hombre civilizado ahora están empapadas.
Mátese, lo instruye el Mardigrás mientras se detiene en seco. Si no puede seguir mi paso de gacela ya no hace a la causa. Ha servido valientemente. Ahora mátese. Hágase mierda.

Es de noche, y retomamos la historia de Pergo. El hongomóvil se mueve ahora a velocidades vertiginosas, en línea recta a la luz blanca proveniente del sitio donde Carlbabia debería de estar. Rayos dorados pasan a sus lados, y aunque en realidad son inocentes luzviérnagas que nada saben de changuitos, ciudades ni carlbabias, Pergo se siente navegando un mar de estrellas, pues todo es borroso, es como un candombe de emoción.
Emoción por el morrón.
La luz en la distancia, es ahora una luz no tan en la distancia, y toma la forma de un árbol alto como un taño y grosso como un modo. Un árbol que emana un brillo frío y cortante, que acapara toda la atención del firmamento. No tiene hojas, sólo ramificaciones nudosas y caóticas. Y le habla a Pergo, le habla en círculos.

...parast amit ävo itehdä. Jotk akaikk inäette, o nsinu avarten. Tehd äoma nolemassaolo ntäällä, parast amit ävo itehdä. Jotk akaikk inäette...

Y Pergo puede sólo mirar el árbol, porque el árbol es todo. Es Iperbora, y el tiempo en Iperbora. Es los dos soles, es lo que hubo y lo que habrá. Es cada gota de energía en las plantas fosforescentes, cada número de la revista Ovejero Alemán. Cada nube y cada pétalo poronguiforme.

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