25.11.09

Donde se cuenta cómo se conocieron Hipólito Yrigoyen y Fabian Pianola.

La mermelada sobre el puerco, y el ananá sobre la mermelada. Oh sí, ese sánguche sería supremo. Hipólito garabateó una instrucción con hermosas unciales nórdicas. Decía "acordate lo que pasó el 25/1", y lo enganchó arriba del sánguche una vez éste estuvo finiquitado. Lo puso en el congelador, que no funcionaba porque hacía tres meses que había dejado de pagar la luz.

Se escondió en una alacena y esperó. Momentos luego, el intruso abrió el congelador y deshechando la advertencia, se trincó el sánguche de un solo bocado. Pero atrás de él estaba Hipólito Yrigoyen invertigateur privaté con una sartén sucia. Rasguñóla con sus uñas y el sonido le dio como cosita al extraño, que se derrumbó.

- ¿Quién anda ahí? Identifíquese.
- No soy más que una humilde campesina de la Bombonera.
- ¡No es verdad!
- En ese caso soy un traumatólogo en busca de rodillas para operar.
- ¡No mienta, doctor!
- Entiendo. Soy Alfredo Zitarrosa.
- Tenga una guitarra y toque.
- Vale, le diré la verdad. Soy el Presidente.
- No le creo.
- Bueno pues, tengo amnesia.
- No se haga el puto, yo sé a la perfección quien es.
- Puedo pagar por su silencio, puedo pagar con oro.
- No es oro sino crema humectante lo que ando necesitando.
- Lo lamento, no me queda.
- Es un juego muy peligroso el que está usted jugando.
- Falta envido.
- Quiero. Cuánto tiene?
- Jaque mate.
- ¡Maldigo mi suerte!
- Bueno hombre, le pasa a cualquiera.
- Le propongo que dejemos esta charada. Los dos sabemos a qué ha venido.
- Si señor, he venido a proponerle un caso.

Los ojos de Hipólito se ensancharon y su perineo se contrajo y relajó varias veces. La irrigación sanguínea al cuero cabelludo se propulsó y su coxis comenzó a girar en redondo, lentamente, muy lentamente.

- Lo escucho. Pase a la oficina y fúmese un buen Álvaro. Digo habano.
- Se agradece. Se trata de mi mujer. Sospecho que me está engañando.
- Todas engañan. Caso cerrado.
- Muy bien cuánto le debo?
- Por favor caballero, la primera es gratis. Avíseme cuando se vuelve a casar.
- El sábado por la mañana.
- Ya lo sabía. Vea, yo trabajo de esto señor.
- :O
- Y ella también lo engaña. Serían 70 libras esterlinas.
- Tenga. Le devuelvo su sánguche también.

Y tras dejar un charco de putrefacción estomacal en el medio de la alfombra, Fabián Pianola se despidió con una reverencia y un fáquiu.

4 comentarios:

Guillote dijo...

jjojojojj muy buen post, termino quedando cortito, pero bueno, yoleihu esta levantando cabeza, es posta, eh posta

heredizante dijo...

uauuu!! mi querido figueroa ud. está completamente desquiciado, loco de atar, demente sin retorno, perdido para la causa!!! impresionante, una exquisitez bizarra desbocada...

Guillote dijo...

ÉL ES EL POLICÍA!!!!!!!

Anónimo dijo...

jajjaa es genialll. pero como ya dijeron, tanto dialogo lo hizo corto en verdad. vas por el buen camino!