29.3.08

El Camino a Namibia

De los monjes aprendí bastantes cosas durante los exactos 47 segundos que duré en el monasterio. Sobre todo aprendí que los cabezazos duelen bastante más viniendo de alguien sin pelo.

Tuvimos que huír a toda velocidad, Robin y yo, y nos precipitamos a Nepal (donde por cierto tienen muy buenas donuts) y veníamos tan ascelerados que lo cruzamos transversalmente y caímos de lleno a la India.
Estuvimos ahí un rato, lo suficiente para aprender cómo se dice "por favor no me toque, indio sarnoso" aunque el mono parecía aprender mucho más rapido que yo. En una ocasión me confundí un ज con un श y me golpeó con cara de indignación, momento a partir del cual tuve que hablar con más cuidado.
Como sea, bordeamos la India en alfombra voladora, y al llegar a la costa quise probar si la alfombra andaría sobre agua. Resultó que no andaba sobre agua. Resultó que no era una alfombra voladora sino un descapotable con un tapizado engañoso. En fin, el auto se hundió y Robin y yo quedamos a la deriva, y pasamos un gran tiempo en el agua, lo cual hubiera sido genial si hubiéramos estado en el Pacífico porque entonces resguardaría una mínima esperanza de llegar a la Isla de Lost.

Lo único que sé es que llegamos el primero de febrero a la costa de Madagascar, que no está habitada por graciosos bichitos que cantan "I like to move it, move it" muy para mi desilución. Así que aprovechamos que estábamos delirando por el hambre y nos imaginamos un secador y un enchufe, y ya secos y refrescados nos subimos a un Chocobo y cruzamos Madagascar en media horita. Cruzamos al continente africano en trolebús, y justo cuando cruzábamos la frontera de Zimbabwe con Botswana escuché un extraño ruido magnético y por unos instantes estuvimos rodeados por una bandada de africanos que corrían con sus lanzas en alto, liderados por un regordete Erik montado a poni. Pero fue solo momentaneo y después desaparecieron, dejando a Robin en el medio del aire, dado que sin perder tiempo se había arrojado a devorar africano (yo estaba enmantecando la fuente y cortanto las papas para cocinarlo).

Después de eso, la realidad y el continuo tiempo espacio se portaron bien y nos dejaron llegar hasta Windhoek que parece una marca de raquetas de tenis o algo así pero es la capital de Namibia.

Stay tuned.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

nuuu esta historia se pone mas interesante a cada paso, no se si voy a poder aguantar 3 meses al proximo post

Nacho dijo...

Da la cara, cobarde canalla!
Un día te voy a encontrar, anónimo.
Un día te voy a encontrar y vas a conocer mi lado SALVAJE!