14.9.07

Cuento de una sola oración

Esta historia comenzó un día como cualquier otro, en que Míster Chancleton se puso su uniforme de colegiala y se dirigió a la calle, evitando las miradas como si de un Payaso Ronald se tratase, caminando por los bulevárds en dirección al Bar Mitzvah, un lugar donde trabajaba sirviendo copas heladas a Buenos Señores Judíos y sus esposas, de forma malpaga, finalmente arrivó a la puerta circular y la tiró abajo por medio de un patatús, pasando tranquilamente y sentándose tras la barra donde se quedó sirviendo tragos y recogiendo limosna de todo aquel que entraba al bar a pedir, lo cual le planteó más de un embrollo con uno de esos pibes de tez morena y de bajas condiciones sociales (por no decir negros sucios), situacion ante la cual Míster Chancleton echó mano de su revólver calibre 320 y perforó un agujero humeante en la repulsiva frente del repulsivo indigente, tras lo cual todas las personas y, por qué no, animales que allí se encontraban alcoholizándose continuaron alcoholizándose, mientras el Míster Cháncleton limpiaba un vaso, y lo continuó limpiando durante cuatro horas y media, porque eso es lo que hacen los barmans, y luego cazó la raqueta y se raqueteó a si mismo a través de la ventana, si bien el ímpetu no fue suficiente para romper la susodicha, dado que las leyes físicas estipulan muy claramente que uno no puede autopropulsarse así como tampoco puede uno ser aplastado por un piano y luego inflarse poniéndose el pulgar en la boca y soplando, tal como hacen en los dibujos animados, porque al fin y al cabo esto es el mundo real y si uno quiere volver a inflarse, hace falta un inflador, bien, de acuerdo, all right of course, todo en orden, prosigo con mi historia: Míster Cháncleton no logró romper el vidrio pero sí logró pasar del otro lado, y de esa forma continuó su camino como un mogólico, metiéndose por las alcantarillas y saludando a cada cual rata se cruzaba en su camino, llamándolas por su nombre: Cómo le va, Don Perretete, Señora Manchesker, Pequeño Túpubbie, y así se fue abriendo paso, ganándose el respeto de las criaturas, así fuera innecesario, pero Míster Cháncleton después de todo era un Míster y los Místeres son Misteriosos y Cordiales con todo el pueblo, todos los animales e incluso con todos los objetos inanimados, y por lo tanto es querido por todos, especialmente por los objetos inanimados, por ejemplo, la tapa de la alcantarilla, la cual se dejó abrir sin pretextos cuando Cháncleton la empujó con más de un esfuerzo y varias palometas de por medio, saliendo luego a la Avenida de los Sueños Rotos, que como recurso poético para las canciones es bunísimo nombre pero en la realidad no es más que una fase cursi de película de Serie B, y bueno, caminó haciendo efectos de sonido cada vez que pisaba («Pfft»,«Crash»,«Chajá chajá!»), y cuando se quiso dar cuenta se encontró en la puerta de su casa, lugar al que penetró como un susurro y durmió con la puerta abierta para despertarse y observar que le habían robado todos los patitos (incluso los feos), hecho ante el cual puso el grito en el cielo y partió hacia la comisaría, aventura que comantaremos en otra ocasión...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

y despues james joyce se levanta de su tumba y te demanda por plagio.

Fleeper dijo...

obviamente esto es puro drogadicismo

Anónimo dijo...

Soy muy inteligente, por eso me di cuenta, al finalizar la lectura, de que el cuento era todo una sola oración. Y después de eso leí el título :)