12.8.07

Martita Pereyra y la Pepona Dorada

La sucia cabellera dejaba un rastro de mugre allí a donde el jeep rudimentariamente andaba. La plana calma de la tierra seca y quebradiza era todo lo que se veía.
Una manada de furiosos Leotarados corría con gracia y a toda velocidad a sus espaldas, levantando humaredas de humo cenil y reberberante.
- PISA A FONDO, MI FIEL DENGUE HERRUMBROSO! - Gritaba Martita una y otra vez, repitiendo un cíclico movimiento con su brazo derecho. Un africano que poco entendía de la vida estaba al volante aunque un cierto hedor de color púrpura indicaba que éste también estaba yendo al baño. El niñato entendió precariamente la instrucción y aceleró con su pie faltante.
Martita agitó nuevamente su pomposa melena y una nube de tierra que no provenía del suelo opacó a los Leotarados en la distancia, los cuales ya no podían siquiera refulgir atolondradamente.
Finalmente la cumbia villera dejó de oírse.
- Creo que los perdimos, dengue.
- Metoko le torongo. Ubuntu!
- SINVERGÜENZA, DEGENERADO, MALOLIENTE, PUTO!!! - Martita le quito el hueso que sostenia su peinado indignada y el negro se deshizo automáticamente como una torre gemela.

Martita estaba sola ahora y su búsqueda de la Pepona Dorada estaba siendo infructuosa. Era cada vez menor el tiempo que faltaba para la inevitable bajada de bandera. Ese era un precio que no podía pagar ni por puta. NI POR PUTA NI POR PUTA!
lamentó que su ex compañero fuera tan biodegradable. Ya lo decía el famoso dicho: a negro regalado, no se le quita el hueso.
El sol comenzaba a caer sobre el horizonte como un sinembargo. El jeep comenzaba a hundirse en la pobreza de la zona. Eso, o las gomas se desinflaban poco a poco a causa de la causa del rábano de Dios. Nuevamente echó de menos a su fiel Dengue: ¿cómo diablos iba a conducir ese jeep teniendo extremidades?.

El aire marplatense le pudo y cayó víctima de un sueño americano, o tal vez de un dardo tranquilizate porque cobrás!. Las figuras comenzaron a endeudarse hasta que, finalmente, el paisaje nocturno se transformó en un mar de lujuria y movimientos sinifrécticos de desvergonzados Carolos.

Martita despertó maniatada.
- Oh no, me han atado el maní!
Se encontraba en una choza de goma y el aire del amanecer penetraba como un maricón sin escrúpulos. Por la puerta entraron varios Leotarados, un Orsuez con todas las letras y Leotaradito con voz de chiflete.
- Mis compañeros y yo... - comenzó a pronunciar en un inglés perfecto, provisto de florituras. Su voz aguda y ridícula causaba que sus compañeros Leotarados gesticularan evidentes antiburlas.
- Mis compañeros y yo.... bueno loco!, para que mierda me mandan a hablar a mi?!, claro encima yo como un boludo vengo. Pero vayanse a la remilputisima madre que los parió... - dijo, abriéndose paso hacia la salida cutánea. Instanáneamente todos los Leotarados cedieron a la risa tostada.
Martita, que no era geropa, aprovechó y, oportunamente, se dio a la fuga. Saltó con la agilidad de un pajero a los Leotarados carcajeantes, y aterrizó sobre la espalda del desdichado Leotaradito. Éste chilló como un pepeluis, pero pronto obedeció al enorme peso que Martita depositaba sobre sus hombros de forma poco metafórica; es que Martita por esos entonces se encanutaba potes de dulce de leche de manera ininterrumpida.
Efectivamente, mientras montaba a lomo de Leotarado, sacó de su axila-baúl un yogurt llamado Miguel, y lo devoró de pocas dentelladas.

El Leotardito, fiel a sus instintos [??], corrió con sus patéticas patitas de pollo y pronto dejó la aldea, al grito de "Viva PEROOOOOOOOON CARAJOOOOOOOOOOO!".
Un nuevo percance amenzaba con comprometer el éxito del plan: el Leotaradito, que a estas alturas Martita había bautizado Dengue Dos, comenzaba a hundirse prontamente en la tierra bajo su peso, dejando una zanja del tamaño de Tenesse en el suelo desnudo. Martita, lista para dar el salto del ángel cuando Dengue Dos se hubiera hundido hasta su cabeza de ganado, se llevó una sorpresa y media cuando oyó un tañido metálico.
- Eso sonó como un Leotarado de juguete chocando con una Pepona Dorada bajo tierra!
Le pegó un eficaz chirlo sadomasoquista a Dengue Dos, y éste lanzó la escultura con ayuda de un palo de consorcio que, oportunamente, allí reposaba.
Martita la atrapó en cámara lenta y, con magnificencia, se fue de cara a un charco lleno de Vesubios.

Paró un vehículo de color taxi, y el conductor, con cara de "Cómo está jugando boquita, eh?" le dijo: es una Pepona Dorada, por favor.
Martita se la entregó con recelo, y el conductor la fundió ahí mismo y la convirtió en un muchacho minúsculo, dorado y reflactante.


...ése fue el final de esa aventura. Nunca más pienso viajar a Mogambo, pero como recuerdo tengo ésto. - Y nos alargó la Pepona Dorada. Una estatuilla rebosando grasa áurea relucía en su mano testicular. Nacho objetó:
- No estaba derretido eso?
- Pronto entenderás pequeño, o me harás un petete. Esta es solo la primer aventura de las que les falta oír...


FIN







FIN?







Sí, FIN.








FIN?







Nah, no FIN.
...más bien onda "Volveré."



"...y seré millones?"



No ves que sos un pelotudo Roberto? Ya echaste a perder el final místico.








No me hagás puchero. Sabés perfectamente lo que hiciste.




... me perdonás?




No sé mirá.





... pofa?





No me puedo enojar con vos, tonto. Vení acá.





Te quiero.





Yo también te quiero, Robocop.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

JUAUAJAUJAUAUAJAUJAAUSJAUSJASAJ muy bueno, especialmente el final

Anónimo dijo...

My friends call me Murphy.
YOU can call me...

ROBOCOP!

Chanchan chanchan chaaaaaaan
chanchan chanchaaaaan

Slds.

Aguijonmagico

Ramireo dijo...

aguijonmagico??

o_O

wtf???

Nacho dijo...

Se, yo pensé lo mismo.

Pero no te preocupes, no nos puede hacer nada acá.

[?]

Anónimo dijo...

Yo les puedo hacer de todo.

Solo que no quiero.

Tambien puedo ser generoso.

Slds.

Aguijonmagico.