12.8.07

Martita Pereyra, preludio

Ramireo se calzó sus zapatos rojos y salió, rizos dorados ondeando al viento dulcialegre. Manejó un buen rato y por fin llegó a la Casa de Martita Pereyra.
Tantas biografías leídas, tantas historias escuchadas, tantos votos robados... allí estaba, había llegado la hora.
Cuando apreció la aldaba con mas detenimiento, su curiosa forma testicular hizo que Ramireo retirara la mano sin atreverse a tocarla. Ésta se movió hacia adentro, como si hubiera sido un extraño órgano de vigilancia, dejando un hoyo reluciente en la puerta. Cuando amagó con espiar por este hoyo, Ramireo fue sorprendido por Martita. La puerta se abrió de una exalación.
Su piel marrón moscú reflejaba destellos de sol muriente. Su peinado, para nada elaborado, mostraba evidentes secuelas de apoyamiento. Sus dientes, amarillentos a causa del cigarrete, saludaban a Ramireo con una sonrisa perversa pero a la vez reconfortante. En una mano un pequeño pene flácido, en la otra un redondo artilugio de metal.

Rápido como un bombero, Ramireo indagó, "Qué es aquel pequeño arilugio, Martita?".
PUMBA!
El artilugio recorrió los escasos 40 centímetros que separaban a Martita de Ramireo en tan solo una fracción de segundo.
Impactó luego en la cabeza de nuestro héroe que, bajo el peso de aquella arma mortal 4, se desplomó cual colibrí malherido.
Su pelo se movió con gracia mientras su cuerpo tocaba el suelo, para otorgar una última sacudida antes de quedar quieto.

Ramireo intentó focalizar durante unos segundos. Todo estaba borroso, borroso como un obstetra.
Luego, un rayo de luz se coló hurañamente por la rendija de una ventana quebrada.
La luminosidad se abrió paso y se insertó en los ojos de Ramireo, quien inmediatamente se sobresaltó.
-Quieto mi niño.
Una voz surgió de entre una humareda demencial, oscura, sombría.
-Tú sabes que lo quieres.
-MMññhgggddfmmm...
Ramireo no lograba entender que había sucedido. Entecerraba los ojos en busca de una figura paternal.
Lenta pero prudentemente, una cuchara se avecinó a la boca del rubio muchacho.
De zopetón se introdujo en ella.
Ramireo tragó, no tenía escapatoria.
-Bien muchacho, bébelo, muévelo, gózalo!!!
Una mujer se burlaba de él.
Por fin, una mujer se distinguió entre las humaredas y olores afrodisíacos.
Todo se aclaró.
-Muévelo!!!!, gózalo!!!, bailalo!!!!!!...- La mujer seguía rugiendo, como en trance.
-Martita!- Exclamó Ramireo asombrado.
La mujer salió inmediatamente de su ensimismamiento. Se sobresaltó y su cuartos traseros rugieron, dejando escapar un gas metano, seguido de una cara de placer gesticulada por Martita Pereyra misma.
Nada que decir.

-Oh, Grande Martita, he venido para realizar la entrevista, ¿me recuerda?.
-Oh claro que sí mi pequeño señoruelo, lo recuerdo como si fuera ayer.
-Pero... fue hoy.
-Silencio insolencia!
Claramente la mujer de color bronce que se hallaba ante él no estaba en sus cabales. Portaba una extraña semejanza con la Pitonisa, pero la dejó sobre la mesa y procedió a desenvainar una mítica cigarola, cuya fumación comenzó enseguida. Recien entonces Ramireo pudo apreciar que de la palma de su mano derecha colgaban unos genitales nada envidiables.
-¿Cómo llegó semejante paparulo ahí? - indagó sin querer.
-Todo a su tiempo, mi atónito compañero.

Estaban en la mismísima habitación de Martita. Una cama con dosel y grabados en babia yacía imponente. Ramireo estaba empotrado en una palangana para pléjicos (claro, pensó con lujuria, el lecho de Martita era tan legendario como Martita misma. Antes que recostarme sobre él, él se recostaría sobre mí). Cortinas raídas y mohososas colgaban con pesadumbre de las ventanas, impidiendo la entrada de la luz del bello día. Muebles antiguos y decorados con florituras llenaban el cuarto, y no había ni una superficie libre de recuerdos del más allá. Trofeos de caza, fotografías de épocas más imaginarias, Ramireo hasta creyó vislumbrar una momia vestida de cowboy. El cuarto rebozaba polvo y descuido, pero no podía evitar cierto aire de mausoleo milenario.
Madre de todas las leyendas, se encontraba en la habitación de Martita Pereyra, reina de los recuerdos y diosa de los descubrimientos inútiles.

-Estoy chapita, Ramireo.
¿Cómo responder?¿Qué réplica era segura?
-Loca como un coco loco.
-Vos estáis aquí porque yo te trájeis. Has de ser la última persona en escuchar mis locas aventuras. Bueno, vos y...
Un estrépito de madera cediendo al peso hizo que Ramireo se incorporara como un tentempié ingrávido. Una Puerta Pedorra crujió y en el umbral había un cososo de tamaño tamaño.
-Soy Nacho el Nacho, y quiero ser un pirata. - Anunció no sin sudar la gota gorda. Llevaba en sus manos una bendeja con tazas de diversos tamaños y colores. - Le traigo los ungüentos.
-Adelante, adelante, patada baja, PIÑA PUNCHEN BOL!.
Ramireo volvió a su palangana y Nacho tomó asiento en una hamaca que se hamacaba sola.
-Decía - prosigió Martita -... ambos están condenados a escuchar mis historias, como yo estoy condenada a contarlas.
Los ungüentos se esparcían por sus arrugas sin piedad. Los testículos bailaban en su mano derecha, frágiles como un Susufrú recién venido al mundo.
Casi sin advertencia, Martita comenzó a bailar al ritmo de una música que obviamente solo ella podía oír. Pronto ambosdós espectadores comenzaron a escucharla, y la melodía se convirtió en historia...

Sigue en el post siguiente. Ramireo (co autor) y yo pensamos que era un post muy largo para mandarlo así de una. Pronto habrá imágenes, también. Ah, y sepan que este es solo el primer capítulo.

3 comentarios:

Ramireo dijo...

:snif:

trabajar conjuntamente =)
es genial ^-^


vamos por mas Nachon!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Martin Ruete dijo...

-Muévelo!!!!, gózalo!!!, bailalo!!!!!! jaujauajua

Anónimo dijo...

yoleihu, dobolu, cara de pija, retrete, recorcholis, sobatela, abuela, sotreta, sorobongo.